¿Con límites o limitados?

Definir nuestra identidad laboral y personal es importante para ser reconocidos en el mercado. Sin embargo, definir muchos límites, puede cerrarnos oportunidades.

 “Yo no soy de los que hace…”, “Eso no es para mí…”, “Soy muy malo para los nombres…” son frases que oigo con frecuencia en entornos profesionales. Quienes las dicen, probablemente creen que se están definiendo a sí mismos y esperan que los demás no les exijan lo que ya no quieren o no pueden hacer.

Definir nuestros límites es totalmente apropiado y aceptable. Así, las personas conocerán nuestras habilidades y pueden saber qué nos pueden pedir y qué nivel de compromiso que pueden esperar de nosotros. Nos caracteriza, crea identidad y diferenciación.

Trabajamos todo el tiempo en definir quiénes y cómo somos, creyendo que así construimos las “certezas de nuestra vida”. Estas, no existen porque el cambio permanente del entorno las desafía de formas impredecibles. Además, es natural que mientras más crecemos, tendemos a aprender menos y a desarrollar menos habilidades. Esto sucede porque hemos alcanzado reconocimientos, una posición que creemos durará por mucho tiempo y en últimas, porque la mente es cómoda y puede conformarse con todo esto.

Así, quedamos sometidos al darwinismo de adaptarnos o excluirnos y si esto último ocurre, morimos laboralmente. Por ejemplo, pudo ser válido cuando empezamos a interactuar con clientes, no aprendernos rápido los nombres; pero no lo será después de unos meses cuando alguien que venga a trabajar a nuestro lado sí los aprende y nos desplaza.

Entonces, como lo he dicho aquí, si bien es conveniente y útil tener límites como:

  • honestidad, responsabilidad y respeto, que son principios básicamente desarrollados en nuestros hogares;
  • definirnos profesionalmente respecto de los valores que caracterizan la cultura organizacional a la que pertenecemos para hacer la diferencia como marca ó
  • aceptar como propias las características de nuestro rol laboral para que se sepa qué esperar de nosotros y cómo interactuar con nuestros colegas,

no es tan conveniente establecer con frecuencia todo aquello que no aprendimos, no haremos y no lograremos. Nos arriesga -sin notarlo- a ser excluidos de ser candidatos a nuestra siguiente oportunidad laboral. Es como si empezáramos a eliminar un día el azúcar, otro la sal, otro los fritos (sin razones médicas, por supuesto) hasta que algún día no nos inviten a cenar. Y con seguridad, mientras tengamos aspiraciones profesionales, querremos que nos inviten a cenar.

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