Sintonizarnos en un ejercicio de comunicación, se logra teniendo en cuenta los tiempos en que es oportuno preguntar, escuchar y callar. A veces no es tan evidente el buen uso del tiempo para el logro de una comunicación eficaz. Miremos cómo puede jugar una buena conciencia sobre el tiempo utilizado, a favor de conseguir nuestros objetivos.
Lo primero que quiero considerar es la oportunidad. ¿Estoy intentando comunicarle algo a alguien en un momento en que tiene la disposición para escucharme?
En el error de ser inoportunos caemos -por ejemplo- cuando nos cruzamos a un colega en la oficina que va pensando en que va tarde para su siguiente reunión y aún así le decimos algo que traíamos en mente. Así, creímos habernos liberado de la responsabilidad de decir algo que era importante y luego ambos nos olvidamos del punto. Y un buen día este error de comunicación, retorna a nosotros en forma de algo no resuelto o peor aún, en forma de un problema que hubiera podido ser menor.
Lo segundo, la velocidad: En el ánimo de ser eficientes con el uso del tiempo propio y ajeno, tal vez comuniquemos muy rápido omitiendo detalles importantes (contexto) o hablando de un tema que es menos conocido por el otro que por mí. Diciendo las cosas tan rápido, no damos tiempo a que su razón lo asimile. Así, la persona no alcanza a comprender suficiente como para asentir sobre nuestros puntos o expresar sus dudas.
No olvidemos que escuchar, demanda un esfuerzo que hace la mente del otro por entendernos. El ejercicio de comunicación -bien hecho- es de doble vía: de quien articula el mensaje para ser entendido y de quien registra y procesa la información recibida para comprender y actuar en consecuencia del mensaje recibido.
Lo tercero: la extensión. Es tan negativa e improductiva tanta velocidad como la extensión de un mensaje adornado con exceso de ejemplos que logran perder la atención del interlocutor o peor aún, ejemplos que no vienen al caso y nos sacan de la idea que originalmente queríamos comunicar.
Por último, las interrupciones: Estas son un síntoma de que nuestro diálogo interno prevalece sobre el externo y que no estamos escuchando activamente. Estamos demostrando bajo interés en lo que nos está contando la otra persona interrumpiendo el diálogo y la creación de consensos y acuerdos.
No olvidemos que comunicar, no es simplemente decir. Varios factores – uno de ellos, el tiempo- ayudan a que nuestro mensaje sea mejor comprendido y logremos mejores resultados con aquellos con quienes trabajamos.