La escalera de la responsabilidad

Hace más de diez años entré en contacto con este concepto que me encantó, como herramienta de revisión de acciones cuando los resultados no han sido buenos. Es normal, que las personas nos “echemos cuentos” acerca de la situación: por qué las cosas no funcionaron, cómo no reaccionamos oportunamente ante un riesgo, o cómo tomamos una decisión con poca autoridad o información, entre otras cosas. El cuento nos anestesia y nos evita el dolor, algo que por instinto buscamos para sentirnos bien.

El daño que nos causamos bajo nuestra propia anestesia es el de continuar actuando en alguno de los peldaños de la no responsabilidad, logrando resultados no deseados e impactando a quienes nos rodean, creando malestares que van desde el mal ejemplo que somos hasta el juicio que nos descalifica y debilita como líderes.

Veamos entonces cuáles son los peldaños y cómo los identificamos:

  • Negación: Nos decimos a nosotros mismos cosas como:  “aquí no está pasando nada”, “esto no afectará a nadie” y similares. Evitar el compromiso emocional con el resultado de algo que hicimos de manera no adecuada es una manera fácil que nos lleva a pasar con rapidez a otros temas, evitando conflictos con quienes quieren cuestionar lo que hicimos.
  • Culpar a otros: Es más fácil desvincularse de la acción para -de nuevo- acallar nuestra mente y emociones que reflexionar y actuar sobre lo sucedido. Culpar a otros se vuelve en muchos casos un asunto de conversación tóxica para el clima laboral, que gasta inútilmente el tiempo y energía de quienes se entregan a esa conversación; tiempo y energía que se pueden invertir en una valoración adecuada de los hechos y establecimiento de correcciones y aprendizajes.
  • Excusa: Consiste en echarle la culpa a factores externos o decisiones de otros por la decisiones que tomamos o nuestra inacción.  Cuando nos excusamos, puede ser que nuestro cerebro “compre las excusas” para quedarse tranquilo con nuestra manera de proceder. Pero también estamos vendiendo a nuestros colegas la idea de nuestra ineptitud o bajo compromiso con lograr el resultado.
  • Justificación: Nos auto-explicamos por qué tomamos una decisión, pero empezamos a asumir parte de la responsabilidad. De nuevo, indicando al entorno que no consideramos alternativas diferentes a las utilizadas y convirtiéndonos otra vez, en víctima de las circunstancias. Las justificaciones se apalancan en las creencias e interpretaciones que tenemos sobre lo que podemos lograr (“yo creí que…”, “como me dijeron…”, “a mí me pareció…”), los recursos que tenemos (“no alcancé…”, “se me pasó…”) y las limitaciones que encontramos en una acción que sí nos hubiera conducido al resultado. Aquí hay un pensamiento de trasfondo como “yo sí pensé… pero”. Parecería que por haberlo pensado, quedamos excusados de haber hecho algo diferente.
  • Aceptación de la realidad: Finalmente, admitimos que no sucedió lo esperado y aún más, entendemos y aceptamos cuál fue nuestra responsabilidad por la decisión tomada y acciones o inacciones al respecto. Al momento en que cada una de las personas del equipo acepta lo sucedido, se establece un punto común de encuentro para valorar objetiva y desapasionadamente el tema. Este punto común se logra, después de encontrar y procesar las emociones propias y de los otros, buscando superar la rabia o frustración que nos causa la pérdida. Ahí, sí podemos tener la conversación, despersonalizada.
  • Búsqueda de aprendizajes y/ o soluciones: Desde la etapa anterior, abrimos la oportunidad para la corrección de la situación -si aún podemos hacer algo- o para reflexionar con sentido auto-crítico personal y de equipo (OJO: porque a veces como equipo también podemos caer bajo la cobija de la excusa, justificación y culpa a los que no hacen parte del equipo).
  • Actúo responsablemente: Corresponde a la etapa en que ejecuto la solución cuando ello es posible, con determinación y compromiso de lograr las correcciones deseadas o, cuando se presente la siguiente oportunidad, aplicar los aprendizajes obtenidos, con la clara intención de lograr algo diferente en esta ocasión y siendo conscientes y responsables de cada paso que damos en el proceso.

Pasar los malos resultados por el tamiz de la escalera no sólo debe ser un hábito personal, sino que debe practicarse en equipo para fortalecer la consciencia, aprendizaje, resultados y confianza de sus miembros, tornándonos excelentes y claramente, tomando ventaja sobre nuestros competidores.

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