Proactividad: ¿Cada cuánto confrontamos nuestras realidades?

Hay tres verbos por los que transitamos con alguna frecuencia en el entorno organizacional. Enfrentar, afrontar y confrontar. Cada uno útil para su propia circunstancia y si me remito al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en algunos casos pueden significar lo mismo.

He aquí una propuesta de cómo los podemos entender y aprovechar desde el punto de vista organizacional, entendiendo que mi propuesta no traza líneas divisorias rígidas entre las perspectivas que a continuación listo:

Afrontar una situación es darle la cara, asumir la responsabilidad de lo que pasó, por lo general, cuando obtenemos un resultado diferente del esperado. Así, afrontar es una acción individual que consiste en:

  • Aceptar la situación porque ya no podemos devolver el tiempo,
  • Asumir la responsabilidad (¿qué hice yo para que las cosas se desenvolvieran así?) y
  • Capitalizar el aprendizaje, para hacer cosas diferentes cuando surjan situaciones parecidas.

Ahora, miremos enfrentar, que también se refiere a darle la cara a una situación, en la que por lo menos hay personas en desacuerdo o inclusive en conflicto. Es decir, se necesitan por lo menos dos personas porque estamos enfrentando puntos de vista, criterios divergentes, posiciones diferentes.

Para enfrentar sana y productivamente, es importante concientizarnos de nuestras emociones, retirarnos un poco y por un tiempo del escenario del conflicto, para decantar los ánimos y tornarnos objetivos. Desde una posición objetiva podemos hacer un análisis post-mortem de la situación, identificando elementos básicos como:

  • ¿qué pasó?
  • ¿qué funcionó?
  • ¿qué no funcionó?
  • ¿qué se puede hacer en circunstancias similares?

Las respuestas despersonalizadas a estas preguntas (miren que nunca preguntamos quién: NO estamos buscando culpables) nos dan un terreno objetivo sobre el que trabajamos con emociones constructivas que nos permiten establecer acuerdos y soluciones nuevas.

Y por último, el verbo más poderoso y menos utilizado es confrontar. Esto es para mí, contrastar -todas las veces que sea necesario- la realidad con lo que las personas están creyendo o diciendo sobre la situación. Es muy fácil para cualquiera de nosotros y sobre todo en el mundo laboral (en el personal también, claro) querer mantener a nuestro ego contento echándonos cuentos, acerca de que ”vamos bien, hemos tomado las mejores decisiones, el negocio seguro va a salir, la situación está controlada, nada imprevisto puede suceder” que admitir nuestros desaciertos del camino hasta que nos despertamos en un fracaso. Referirnos a fracaso implica que la situación es dura para nosotros y nos causa un golpe emocional fuerte.

Confrontar con frecuencia – a nosotros mismos, a nuestros pares o a miembros de nuestro equipo – nos permite llegar más cerca de la realidad de las cosas y reducir nuestras probabilidades de fracasar. Cuando llegamos a esa realidad, podemos tomar decisiones oportunas para evitar pérdidas de oportunidad, de dinero, de negocios etc.

Sin embargo, no estamos acostumbrados a confrontar, por diversas razones y es en este momento en que quisiera llamar a la consciencia de por qué lo evitamos:

  • “¿falta de tiempo?” (entre comillas porque siempre hay tiempo para lo importante)
  • ¿pereza de que una confrontación nos lleve a un enfrentamiento?
  • ¿paternalismo con nuestros colaboradores?
  • ¿temor a que la confrontación a otro se devuelva hacia nosotros? (¿cómo juega nuestro ego aquí?)

A la toma oportuna de decisiones, derivada de la confrontación se le denomina proactividad. Esta disciplina nos conducirá a la excelencia, utilizando nuestra energía en construir conscientemente los objetivos, en lugar de “gastarla” enfrentando conflictos o afrontando las consecuencias de no actuar oportunamente.

Fracasos siempre habrá, pero la proactividad, derivada de la disciplina de confrontar nos hará más eficaces.

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