“Cerebro izquierdo” y “cerebro derecho” son conceptos que apuntan a diferenciar las capacidades relacionadas con hechos y datos, propias de matemáticos, ingenieros, médicos y abogados, por ejemplo, de aquellas relacionadas con la creatividad, inspiración y arte. Así, parecería que el mundo se divide en dos bandos: Quienes militan en el campo de los cerebros izquierdos, viven su vida basándose en fórmulas, midiendo resultados y trazando rutas lógicas de raciocinio y quienes militan en el de los cerebros derechos, producen formas, movimientos, colores, sombras y efectos que generan valoraciones subjetivas y más cualitativas que cuantitativas.
Por fortuna, todos tenemos el privilegio de contar con ambas capacidades. Sin embargo, la humanidad fue conduciendo su estructura productiva hacia cajitas que se pueden modular, medir y contar: nuestro cubículo de oficina o en su defecto, el espacio cuadrado que adecuamos en nuestra casa para trabajar, una mesa de 1,20m por 0,60cm, con un soporte de portátil de 0,36cmx0,24cm en mi caso, un teclado que da para el ancho de mis hombros y una pantalla de 15” en la que mantengo fija mi vista la mayor parte del día.
Dentro de esa pantalla, cuadrados de documentos, hojas de cálculo, presentaciones y navegadores que representan la actividad que llevo a lo largo del día, prevista en otro cuadrado lleno de celdas, que es el calendario que me indica lo que estaré haciendo en las próximas horas y días, cuya vista puedo ampliar a la vista mensual, llena de colores por tipo de actividad como: mercadeo, administración o estudio, por ejemplo.
Y entonces, si tenemos ambas capacidades ¿de nuestra creatividad qué?
La naturaleza de mi oficio actual, requiere que me reinvente todos los días: yo estudio el contenido, lo preparo, lo presento, lo formateo para redes sociales, le pongo colores…. Y claro, lo MIDO. Y de repente, la medición me da lejos de lo esperado. Y es cuando me pregunto por qué no me he inspirado con una gran idea, ganadora, no he hecho algo distinto, que suba mi audiencia o incremente mis ventas. Hablo desde la perspectiva de una solo-emprendedora. Pero esto, a nivel empresarial (trabajé 35 años en el mundo corporativo) no es distinto. Los auto-cuestionamientos ocurren cuando mucho, cada mes, de repente cada trimestre y con toda seguridad, cada año; sobre todo, si no hubo rentabilidad, crecimiento o dividendos.
La creatividad para aquellos que nos medimos por una combinación de sistemas de medición (unidades por hora, dólares por mes, transacciones por minuto) no tiene nada que ver con pintar, tocar un instrumento o bailar. Se estimula y desarrolla -ojalá a diario- encontrando maneras más eficaces de lidiar con un cliente molesto, estrategias diferentes de llegada al mercado, desarrollando una nueva línea de negocio, etc. Pero de repente, nos sentimos es-tan-ca-dos. ¿cómo no se me ocurre algo diferente? ¿por qué mi competidor hizo ese movimiento? ¿qué más se me podría ocurrir?
Bueno, seguro ya has tenido experiencias de soluciones que llegan a tu mente en momentos inesperados como bajo la ducha, recién despiertos o en una caminata de domingo, en donde no teníamos con qué anotar.
Las soluciones para mejorar tu creatividad empresarial son definitivas:
- tener contigo libretica y esfero para el momento de lucidez
- buscar deliberadamente los espacios para nuestra libertad mental (caminata por la montaña, montar bicicleta, carpintería, etc.)
- tomar café con los colegas, sin tema previsto, sólo por cultivar el delicioso arte de conversar
Y tengo que decirlo: SIN la expectativa de salir con la idea brillante. Si va a salir, saldrá; si no, estaremos atentos con nuestra libretica, para cuando nuestra mente nos de la solución.
Así que nuestra tarea es: darle más espacio al “cerebro derecho”, para inspirarnos, crear otras estrategias, productos, resolver un problema de contratación, en fin, para “descuadricularnos” lo cuadriculado que tenemos (no es malo, nos enmarca en el foco y la disciplina que nos permiten alcanzar lo propuesto) y revolucionar con frecuencia nuestra capacidad de progresar, desafiando nuestra zona de confort y retando las capacidades de quienes nos rodean.