Ser Amable

“Amable: digno de ser amado” reza el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Siento una gran diferencia entre las empresas que he visitado cuando las personas están entrenadas para ser amables y aquellas que no. No me sobra preguntarme si aquellos que son amables prestando su servicio al cliente, también lo son en su relación cotidiana con sus compañeros de trabajo. Esto es lo deseable, para facilitar la creación de las conexiones sobre las que se construirán las comunicaciones fluidas y lograrán los acuerdos que permiten trabajar con mayor satisfacción.

En mi experiencia personal de los últimos años me ha parecido que, sólo con el propósito de intentar ser mejores personas, nos comportamos con amabilidad al saludar en el ascensor y se lo enseñamos a nuestros hijos. Sin embargo, ese parece que el afán empresarial por los resultados arrasa con cualquier gesto posible de amabilidad de muchas personas que «sí saludan en el ascensor».

¿Nos saltamos el saludo cuando nos dirigimos a una persona, cara a cara o por correo electrónico? El afán por entrar en nuestro tema hace que omitamos pasos emocionalmente importantes. Dale Carnegie en su libro “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” nos hace la reflexión acerca de que las personas no recuerdan tanto lo que hicimos con ellos sino cómo las hicimos sentir.

Dicho esto, ¿siempre tenemos que saludar? Creo que no…. Una conversación fluida por chat con un compañero de trabajo, probablemente se reanuda fácilmente sin un saludo obligatorio. El contexto de amabilidad se ha creado desde tiempo atrás.

¿Respondemos un correo agradeciendo a quien nos escribió? Si el correo respondido originaba sentimientos de abatimiento o furia, un agradecimiento nivela la emoción de los interlocutores.

¿Terminamos un correo poniéndonos a disposición del otro, o agradeciendo de nuevo por la interacción que estamos teniendo? Cuando utilizamos la comunicación digital escrita, como correo electrónico y mensajería instantánea haciendo de la cortesía un bien escaso, nos mostramos ante los otros como fríos, secos y cortantes.

  • La amabilidad como premisa de nuestra comunicación puede alegrar el día de aquél con quien nos cruzamos y se siente presionado por obtener resultados, abre puertas a conversaciones enriquecedoras, establece puentes de solidaridad en situaciones difíciles.
  • Amabilidad es conectar con la mirada, la sonrisa y en general con nuestros gestos de disposición a comunicarnos.
  • Amabilidad es lo que tengo que ejercitar cuando la impaciencia, la intolerancia o la impotencia me desbordan, con y sin razón.
  • Amabilidad es no abordar una conversación con prejuicios sobre la otra persona: sesgarnos por algo que no hizo, por su filiación política, por algún antecedente que no nos gusta (podemos estar juzgando), etc.
  • Amabilidad es preguntar más para comprender, antes que juzgar.
  •  Amabilidad es empatizar.

Ser amable implica salirnos de nosotros mismos, de nuestro ego que quiere centrarse en sus propios pensamientos, para cambiar la acción exclusivamente orientada por el resultado por una que tenga en cuenta al ser humano con quien construimos cada objetivo que nos trazamos.

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