Nos hayamos dado cuenta o no, todos tenemos reglas de vida y desde hace mucho tiempo. Y seguramente sabes que si algo no te está funcionando como deseas, lo más probable es que estés actuando bajo reglas que no te están sirviendo, definidas por ti o por otros.
Nuestros padres y educadores fueron los primeros que pusieron reglas en nuestras vidas, como lavarnos los dientes después de las comidas o las manos antes de cenar. Hoy somos más concientes que hace 50 años, sobre los problemas de caries que pueden surgir de no hacerlo en el primer caso y de infecciones en el segundo.
Pero también hemos aprendido otras reglas, para vivir en comunidad y para hacer empresa.
- ¿Tienes claras tus reglas?
- ¿Están escritas?
- ¿Te facilitan la toma de decisiones?
- ¿Los demás las conocen?
En mi caso, sí las tengo claras pero no siempre las he compartido con todas las personas. Nuestra manera de proceder le deja claro a otros cómo nos gusta que se hagan las cosas cuando estamos involucrados. A continuación, les comparto algunas:
- Invierto bien mi tiempo
- Hablo con la verdad
- Me dispongo a escuchar a otros con amplitud mental
- En escenarios extremos, “subprometo” y “sobrecumplo”
- Actúo concientemente y me hago responsable de los resultados
- Soy puntual
- Trato a los demás y hago por ellos, lo mismo que quiero que hagan por mí
- Si no tengo nada bueno que decir de alguien, me callo
Tener reglas delimita quiénes somos, para nosotros mismos y ante los demás. Cuando una persona actúa coherentemente por sus propias definiciones, decimos que tiene carácter, el elemento esencial del liderazgo, porque los líderes debemos dejar saber a nuestro equipo quiénes somos y qué pueden esperar de nosotros y qué no (Aclaro: todos somos líderes del cuadrito en que vivimos).
Las reglas que creamos para nuestra vida nos ahorran tiempo y energía a la hora de tomar decisiones, contribuyendo a que seamos eficaces y nos sintamos más satisfechos.
Por ejemplo, invertir mi tiempo bien, quiere decir que paso tiempo con personas que quiero y que le aportan a mi vida, o lo organizo para lograr la productividad posible, o voy al gimnasio para mantenerme en forma y subir mi energía y por el contrario, si puedo intervenir en una pelea para que no gastemos tiempo y energía innecesarios en malestar emocional, también lo hago; aprovecho el “tiempo improductivo” en un trancón oyendo un podcast para aprender algo o enterarme de noticias, etc.
Cuando sientas que una situación incómoda en tu vida persiste, pregúntate si no es hora ya de definir una regla para establecer un límite y empezar a actuar conforme a ella. La coherencia que logres, aumentará tu satisfacción y felicidad.